sábado, 7 de noviembre de 2015

Novedad y adelanto: ¿Y si lo nuestro se acaba? (Abigail Villalba)

¡Hola a tod@s!

Como algunos sabéis, no solo tengo faceta de bloggera, si no que también la tengo de escritora. Por eso mismo hago esta entrada, para informaros desde el punto de vista de ambas.
Últimamente he estado un poco agobiada con el tema de la escritura y de las publicaciones, pero no me he rendido en ningún momento... y de eso, de esa voluntad y deseos de seguir adelante ha surgido este relato corto que, espero, os guste.



Prólogo: Bohemios


Nunca creímos en el amor eterno, ni siquiera en ése que dura toda la vida. En realidad ambos sabíamos que lo nuestro tendría fecha de caducidad, porque era algo inherente en nosotros, en el suave latido que bombeaba nuestra existencia. Era el paso lógico a la pasión arrolladora, al amor finito y desesperado. Al placer. A él. A mí. A las circunstancias que alteran todo lo que rozan.
Y aún sabiéndolo, nos amamos.
¿Cómo no íbamos a hacerlo si dependíamos tanto el uno del otro?
A pesar de ser tan dispares y tan arrebatadoramente distintos, sabíamos que parte de nuestro camino sería guiado por la mano del otro.
Yo, lo supe desde el momento en que le vi.
Él... dos segundos más tarde, cuando su mirada se topó con la mía.
Recuerdo ese momento con tanta nitidez que, a veces, me parece haberlo vivido segundos atrás, tan solo a un momento de lo que veo ahora.
¿No es irónico pensar que el tiempo ha pasado? ¿Que todo eso quedó en un instante del viaje?
Éramos dos bohemios, dos almas que, sin conocerse, se preparaban para dar el paso de los valientes, de los locos. De los enamorados.
¿Cómo no pudimos prever que en el camino habría piedras? ¿Cómo no pensamos en que sangraríamos al detenernos?
Quizá si hubiéramos tomado aire puro y no el aliento del otro, hubiésemos sido conscientes de que, en algún momento, todo quedaría sumido en el cruel olvido, en la fría desesperanza. En la amarga cortesía de quienes comparten cama y no la calidez de los cuerpos.
Puede que parezca que me arrepiento de haber compartido mis pasos con él, pero no es así. Si lamento algo es no haber sabido dar más, sentir más, amar más. De no saber cómo retomar la cadencia de sus caricias. De no poder retroceder en nuestro viaje, solo para poder revivir cada instante de dulce agonía.
Para besar sus labios y sentir que el mundo se derrumba a nuestro alrededor, sin importar quién caiga.
Pero sé que todas mis esperanzas son eso, sueños que se pierden en el transcurso del tiempo y del matrimonio.
Ambos nos amamos, sí.
Ambos soñamos con un futuro.
Pero los dos sabíamos que el amor tenía fecha de caducidad.
Lo que nunca imaginamos fue el dolor que nos estremecería, el pánico que sentiríamos al cruzar una vez más nuestras miradas y al pensar, desolados, en aquella pregunta que nadie, nunca, quería hacerse.
¿Y si lo nuestro se acaba?


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